Diego Velázquez
madrid - 6 de junio de 1599
6 de agosto de 1660
1618
Vieja friendo huevos - óleo
1632
1656
Cristo crucificado - óleo
Las meninas - óleo sobre lienzo

pintor barroco español considerado uno de los máximos exponentes de la pintura española y maestro de la pintura universal. Pasó sus primeros años en Sevilla, donde desarrolló un estilo naturalista de iluminación tenebrista, por influencia de Caravaggio y sus seguidores.​ Alcanzó su máxima fama entre 1880 y 1920, coincidiendo con la época de los pintores impresionistas franceses, para los que fue un referente. Manet se sintió maravillado con su obra y le calificó como «pintor de pintores» y «el más grande pintor que jamás ha existido». La parte fundamental de sus cuadros que integraban la colección real se conserva en el Museo del Prado en Madrid.
realizó esta obra tan solo un año después de aprobar su examen como pintor. Aunque hay algunos problemas de perspectiva e incongruencia de sombras en los objetos de primer plano de esta obra, ya podemos ver que Velázquez será un gran maestro en el tratamiento de la luz y en la representación de las texturas. Es magistral la forma en que ha representado los huevos, justo en el punto en que la clara deja de ser transparente y empieza a ponerse blanca y cuajarse.
Estilísticamente la obra parece ejecutada a comienzos de la década de 1630, poco después del regreso del artista de Italia; la mayoría de los autores la data en torno a 1632. La perfección apolínea de la anatomía y su palidez recuerdan el carácter neoático de la pintura de Guido Reni, pero debió de ser la intención de Velázquez investir a la figura de una belleza divina e inefable, de acuerdo con la creencia de que Cristo fue el más bello de los hombres, como afirma uno de los salmos mesiánicos
Es una de las obras de mayor tamaño de Velázquez y en la que puso un mayor empeño para crear una composición a la vez compleja y creíble, que transmitiera la sensación de vida y realidad, y al mismo tiempo encerrara una densa red de significados. El pintor alcanzó su objetivo y el cuadro se convirtió en la única pintura a la que el tratadista Antonio Palomino dedicó un epígrafe en su historia de los pintores españoles (1724)
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