Camile Pissarro
fue uno de los miembros más prominentes del impresionismo y co-fundador del grupo, encargado de pintar la Francia rural

Paisajista sobre todo, pintó al aire libre, como es de esperar en un barbudo miembro del grupo y pintó la luz, el instante, la atmósfera, la impresión…

Fue también una figura importante como mentor. Entre sus discípulos hay que contar nada menos que a Paul Cézanne o Paul Gauguin, con quien no tuvo muy buena relación al final.

Pissarro nació en las Antillas, que en esos años pertenecían a Dinamarca, por lo que tuvo nacionalidad danesa durante toda su vida. Su obligación familiar era ayudar en el comercio de sus padres, pero en sus momentos libres se dedicaba a dibujar, y al final eso era lo que quería hacer todo el tiempo.

En París estudió arte y descubrió a Millet, Courbet y Corot, descubriendo además lo que amaba la vida rural. En esos años de aprendizaje conoció a sus colegas impresionistas y se unió allos. Desde entonces se le considera, junto con Monet y Sisley, uno de los impresionistas puros, diferenciándose del grupo de los «problemáticos» (Degas, Cézanne).

En lo ideológico, Pissarro fue un activo anarquista.

Vivió en Londres varias veces, nutriéndose del arte de Turner y Constable, y vivió 73 años, en los que su barba creció como su talento.
Francia, 1830–1903
Impresionismo
Boulevard Montmartre de noche
Francia, 1897 - Técnica: Óleo
Noche en el barrio de los artistas, París era una de las grandes inspiraciones de Pissarro, Fuerte influencia en el desarrollo del impresionismo europeo, las obras de Pissarro se destacan por los juegos de luz y las tranquilas escenas rurales de la vida cotidiana en los campos franceses.

A finales de 1880, el artista empieza a sufrir una enfermedad en la vista que le impide pintar al aire libre. Por eso decide mudarse a la Ciudad, donde alquila un cuarto en el Grand Hôtel de Russie, que le otorga una vista privilegiada del Boulevard Montmartre. Así nace la serie de 14 pinturas donde retratará el paisaje desde que amanece hasta que anochece, en todas las condiciones climáticas imaginables.

La noche cae finalmente y Pissarro nos regala la obra más interesante de toda la colección. Boulevard Montmartre de noche, es la única de las 14 pinturas que retrata el paisaje en la oscuridad, con el sol oculto por unas horas.

Las pinceladas de Pissarro son intuitivas, quebradas, y cada punto traza un tejido que nos transporta a las calles de Montmartre a finales del siglo XIX, con sus luces y sus comercios, creando un reflejo amarillo en el pavimento que desdibuja levemente las personas y los carruajes, con trazos que cambian de dirección constantemente.

Los brochazos de arriba son uniformes y aclaran sutilmente cuando llevamos nuestra vista hacia el punto de fuga. Los de abajo, en cambio, se entremezclan entre diferentes colores. Esta espontaneidad permite que podamos dialogar con la pintura, intuyendo, trazo a trazo, qué conforma el paisaje.

Si hay algo claro, es que la personalidad de Pissarro era atípica en su tiempo. Lo comprobamos cuando recordamos que fue él quien dijo que estaba encantado de pintar esas calles de París, aunque la gente las considerase feas. El artista era capaz de encontrar belleza donde los demás no veían nada.

Cuando observo esta pintura, veo reflejada Montmartre a través de los ojos de él, como si por un breve instante compartiéramos la misma sensación.
La Place du Théâtre Français
Francia, 1898 - Técnica: Óleo
La pintura captura una imagen más amplia de la vida cotidiana de los parisinos desde arriba desde un edificio de pocos pisos.
El amplio espacio abierto de la Place du Théâtre Français está en primer plano, mostrado aquí donde se convierte en la avenida de la Ópera (sus inicios son casi invisibles).

La composición queda cerrada a la derecha por la fachada del teatro. Al final podremos ver la ópera de Charles Garnier.
Las personas representadas son parisinos de diferentes clases sociales que viven su vida cotidiana. En algunas partes del cuadro podemos ver personas recortadas, caballos y carruajes que dan una sensación de realidad y movimiento y la sensación de que este cuadro se basó en una fotografía de una concurrida calle parisina.

La imagen parece aplanada, ya que no hay ninguna sombra y la luz del sol es la misma en todas las partes de la pintura.

Las personas en el cuadro visten ropas brillantes sólo en primer plano; cuanto más lejos miramos, más apagados son los colores de la ropa y las personas son menos visibles con menos detalles; al igual que en una fotografía, los elementos más cercanos son más claros y visibles.
Varios estudiosos como John Rewald , Leopold Reidemeister y Charles Kunstler compararon las pinturas que Pissarro realizó en el Hôtel du Louvre con fotografías contemporáneas.

La ausencia del cielo y del horizonte y la perspectiva de un fondo ascendente sugieren paralelismos con la composición de los grabados japoneses
Francia, 1893 - Técnica: Óleo
cosecha de guisantes
Si fuéramos escarabajos en el amplio campo de guisantes de Camille Pissarro, el verdor de las plantas zumbaría alrededor de nuestras orejas en suaves copos. Las hojas, los tallos, los guisantes, las vainas, las malas hierbas, los palos y las piedras, pero también otros escarabajos, insectos, caracoles, pequeños roedores y todo lo que se arrastra o vuela cerca de la Tierra. Estaríamos rodeados por una jungla verde con la suavidad del algodón, como una espuma reluciente, un enjambre de partículas diminutas, una nube camaleónica y multifacética.

Visto desde lejos,aparece un parpadeo y un brillo extendidos por la Tierra como una alfombra suelta. Casi se podría llamar una inundación no representacional, parecida a un mosaico. Es como si los guisantes y todos los elementos verdes estuvieran impregnados de una energía misteriosa. Nada es quieto ni constante: todo está en movimiento, en un estado de despertar y agitación. Es como si esto no fuera vegetación, sino enjambres de insectos agitados, bailando bajo la última luz del sol poniente, como si no hubiera mañana. Este bullicio, sin embargo, se extiende también a la ropa, a los rostros y a las manos de las mujeres que trabajan harapientas, agachadas incómodamente para recoger los frutos del campo. También se extiende a los campos más atrás, las hileras de árboles, las colinas y las montañas, que se transforman casi sin problemas en un cielo vibrante y saturado de luz.

A la magia de este intrincado y abarcador movimiento se suma la calidez de la luz del sol, que ya está dando a las mujeres largas sombras. Puede ser que el final del día que se acerca una vez más esté agotando sus últimas fuerzas. Los valores del color amarillo sugieren el final de la jornada laboral, y esto se refleja en la persona de la izquierda, que ha llenado su cesta y claramente desea irse. Sólo quedan los escarabajos y los insectos, que, según sus costumbres, no cesan de peinar ansiosamente el campo, reforzados por otros seres reptantes que llegan con la llegada de la tarde y por otros que llegan con la noche que avanza lentamente.
SIGUE...